Cansadas sus manos
Cansados sus pies.
Gotas luminosas
en el atardecer de su espacio.
Viven entre junglas
de asfalto y de ayeres.
Guardan su éxtasis para borrar
el amargo sabor
del día a día.
En su rostro expresan
cada paso que han dado.
La curva de sus espaldas
sostienen un mundo
que nació del hambre.
La piel tatuada al sol
se esconde tras el polvo del camino.
Me saludan
con esa mirada color de cántaro
que me invita a beber aguas míticas.
A veces los confundo
con las efigies de los dioses
que habitan en mis libros.
Todo lo dicen sus caras alzadas
ante extraños gigantes
que dominan con una mano.
Reverberan en mis oídos
el fragor de sus corazones palpitantes,
abrasados por la mañana
cada tarde...
cada hora marcada
en los múltiples relojes de arena
digitales.. astrales..
de esta ciudad y sus habitantes.
Se funden ante mis ojos estos hombres.
Cuerpos enajenados
que rebosan añoranzas.
Espíritus comprimidos de experiencia.
Perfiles que se vislumbran
en mi camino viajero
y que con su manto protector
de fuerza
de luz
de inmensidad
cubren mis sentidos
y reposa entre las grietas
de esta alma tendida,
fatigada.
torturada.