mayo 19, 2006

Y si de dolor se trata...

Y aparece cuando menos lo esperamos. Intenso. Sin cuartel. Y no nos suelta..

El dolor toca a nuestra puerta muchas veces. Claro está, que no se presenta con la misma intensidad.Y claro está que muchos buscamos la puerta del dolor (sí, habemos adictos al dolor, lo sé). Pero no me refiero al dolor físico, ése que se da con el pinchazo de la aguja, el machuque de la puerta o la caída libre a 120 cm de altura.

Hablo de aquel que una vez que se coló por las rendijas de nuestro corazón y no podemos dejar atrás. Cargamos con él, cual saco de piedras que va golpeando las paredes de nuestro interior.Este dolor nos hincha la piel, rezumba en nuestros oídos y nos pone los vellos de punta. El que nos hace derramar lágrimas que nos queman el alma y que vuelve cuando recordamos los buenos momentos y que se nos para enfrente cuando intentamos olvidar.

Si de dolor se trata parece que fuéramos a la tienda y pedimos kilos del mismo, lo escondemos en el bolsillo del pantalón o en la mochila de la escuela, entre la billetera y las llaves, salimos perfumados de "dolientes" a intentar la vida. Es el dolor asesino, que nos mata lentamente si nos dejamos pero que también nos hace más fuertes.

Hoy descubrí que quienes hemos padecido mucho dolor nos volvemos como libretas de mucho uso, cuyas hojas se han vuelto delgaditas y están casi transparentes, tan suaves que con cualquier uña se les hace un agujero. Y entonces, nos empastamos con la coraza más dura que encontramos y no permitimos que nos toquen.

Ay de aquel que se atreva a ponernos una mano encima porque este empastado muerde. No vaya a ser que descubran que adentro estamos a punto de quebrarnos en mil pedacitos.
Y seguimos en la búsqueda de aquellas manos sutiles que sean capaz de acariciarnos y tratarnos como lo que somos, una serie de partituras delicadas y escritas sólo para quien las merezca.

Hoy descubrí que todo me duele aún.
Me dueles tú.
Me duele el dolor.

Y dejamos que nuestras hojas se engrosen de a poco mientras charlamos con los amigos que nos ofrecen un breve espacio de armonía y de satisfacción con quienes somos, porque ellos están igual que nosotros, porque todos somos libretas en extinción.
Con café o sin café, lejos o cerca, sólo nos abrimos a quienes son capaces de vernos bajo la misma óptica. Algún pariente afortunado cuando mucho, pero la mayoría, sin relación alguna más que el hecho de querer descolgarnos del hombro el dolor un rato e intentar dejarlo por ahí botado (a veces se nos caen unos gramos, pero casi siempre vuelve todo al a bolsa).

Mañana será otro día.
Que el dolor nos acompañe, amén.

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D., te acompaño en tu dolor.
tu amiga, S.
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mayo 12, 2006

Ímpetu

Ángel gallardo que
cruzando el umbral
de mis sentimientos
pisas las baldosas de mi alma.

Eres el detonador
de mis batallas
internas
oriundas de la nada
extraídas de un mundo
que apenas reconozco.

Ángel de mi ensueño
que vislumbré entre persianas
entre corredores
adornados de espacio
de tiempo
de tus miradas.

Ángel que sonríes
cuando sin llamarte
apareces de la nada
y me abrazas.

En esta tormenta
de promesas calladas
de amores infundados
de recuerdos encontrados.

En este ímpetu
que me arrastra
en su remolino de viento
en sus horas extrañas

Ángel de la mañana
que a deshoras vienes a mí...

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A tí..
Gracias..
Por cambiarme la vida.
Por salvarme de mí misma.
Por encontrarme
cuando estaba perdida
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mayo 11, 2006

Breaking the gap

Lineal y presente
en cada punto
de la blanca hoja
marcado por tu presencia.

Camino con tu sombra
me empuja ese recuerdo
de tus labios
plegados en una sonrisa.

Vivo inmersa
en un valle de ideas
en un campo de emociones
en tu mirar y en el mío.

Olvidame pronto
para dejarte ir
olvidaré tu nombre
para seguir aquí.

Música que resuena
mientras camino
mientras respiro
mientras olvido.